¿Por qué no se suicida usted? era la pregunta que le hacía Viktor Frankl a sus pacientes cuando buscaban orientación sintiendo que sus vidas no tenían sentido. Sigo en la búsqueda constante de ese sentido, a veces lo encuentro insignificante, a veces inmaculado. Como un niño que colecciona insectos extraordinarios y los guarda en una cajita, coleccionaré lo que sea que pretenda responder esta pregunta, y lo pondré en un lugar al que mis pies no llegan y que es probable que no exista: éste.

sábado, 7 de mayo de 2011

Dolor

En la cuesta empinada, la luz se extingue
Y aquel hombre sigue allí solo con sus uñas intentando llegar hasta el inicio
El dolor es tan insoportable que una lágrima silenciosa se escapa y cae en las rocas sucias
Las rocas que no entienden nadan del hombre, nada del fuego que podrían producir.
Y la luna vela la angustia de aquel hombre que escala, que se sostiene rasgando sus uñas,
implorando la muerte al lado del calor de una mujer, de la tranquilidad de su respiración
Y yo que estoy arriba viendo, solo viendo,
Imploro ser aquel hombre... siento que soy él
Que soy la luna dejando la luz y la oscuridad a su paso
Que soy la roca inerte que recoge insípida el dolor de una lagrima
Siento que soy la lágrima misma que en vano intenta dar consuelo
Y el hombre sique allí, suspendido hasta que el cansancio y la locura lo devoren
Y yo sigo allí, intentando morir en su dolor.